Acaeció que, yendo el ciego un día por un lugar donde había muchas acequias y lugares hondo, yo le decía: —Tío, por aquí hay muchos hoyos y pasos malos. A lo cual él respondió: —Lázaro, los mozos del vino y del azote decís verdad. Mas adelante, saltando de unas piedras a otras para pasar, yo le puse en la peor, diciendo: —¡Salta todo lo que puedas, que es muy ancho! Él, confiado, saltó y cayó en una acequia. Preguntóme cómo había caído allí; yo disimulé la risa y respondí que no sabía. Entonces, mojado y maltrecho, salió jurando y diciendo que yo le había engañado.